31.1.09
La verdad es que a todo el mundo le gusta pensar que puede ser fuerte. Pero ser fuerte no solamente se trata de ser duro. Se trata de asimilarlo. A veces tienes que darte a tí mismo permiso para no ser fuerte por una vez. No tienes que ser duro cada minuto de cada día. Está bien bajar la guardia. De hecho, hay momentos en los que es lo mejor que podrás hacer. Siempre que escojas tus momentos con cabeza. Qué importa que haya personas más fuertes o más débiles. Que haya distintas formas de afrontar el dolor, los miedos, el abandono, la pena, la soledad, el vértigo, el pánico, las héridas, la culpa, la tristeza, la frustación o la melancolía. Qué importa ... importa que todos sentimos lo mismo, aunque no igual. Es más importante recordar que la persona que tenemos enfrente, puede estar mal. Qué importa la forma que tenga cada uno de enfrentarse a ello ... negarlo, aceptarlo y seguir adelante, aceptarlo y olvidarlo, aceptarlo y aprender, taparlo con los pies bajo tierra pisando tan fuerte que ni lo intuimos ... hasta que brota. Qué importa ... en cualquier caso, con independencia de la forma en que lo afrontemos, con independencia de la apariencia que demos ante los demás, lo que importa es que todos tenemos ese tipo de emociones, todos en algún momento nos sentimos pequeños y acunables, tristes, con pánico, con miedo, dolidos, abandonados, SOLOS. Todos en algún momento sentimos ganas de llorar, gritar, salir corriendo o de abandonar. Todos hemos sentido hipidos que dan paso al llanto desconsolado, hipidos contenidos que retienen llanto y nos dejan sin voz, lágrimas que brotan, lágrimas pendientes, tristeza que nos invade o melancolía que nos acompaña. Qué importa que trabajemos todas esas emociones y las superemos, o qué las neguemos, que las suavicemos, que las ocultemos, que las enquistemos o que nos abracemos a ellas para que nos definan como personas tristes. Qué importa si lo importante es que todos tenemos ese lado debil, triste, dolorido y temeroso.