9.11.09


La felicidad, qué tema. Algunos creen que es una sensación hormonal. Algunos la llaman endorfinas. Otros, adrenalina. Hay quienes la llaman un buen vino o una barra de chocolate. Y nunca falta quien la llame clonazepam. Pero sólo son síntomas de la eterna búsqueda de la felicidad en dosis pequeñas y fácilmente administrables.

Por eso siempre pienso que uno de los grandes inventos de la humanidad es “La cajita feliz”. A lo que me refiero no es a la hamburguesa con papas fritas, un vaso de gaseosa y un juguete, sino que me refiero al concepto de una caja que nos convida la felicidad apretujada en un pequeño recipiente de colores. Todos queremos la cajita feliz, pero no sabemos donde comprarla. Todos soñamos con saciar nuestro apetito de belleza sin límites. Para algunos su cajita tendría adentro dinero. Otros incluirían en su menú a la salud, al éxito o a la buena fortuna. Y muchas mujeres, mucha más mujeres de las que se cree, pondrían adentro de su caja al hombre de sus sueños. ¿Pero podría existir algo así? Sin duda, la cajita felíz, más que una increíble fórmula de ventas, es una ficción literaria fantástica.

Para mí, en cambio, la felicidad sería tener la maquina del tiempo. Poder ir y volver. Retroceder y adelantar, como si los guionistas de Volver al futuro, Robert Zemeckis y Bob Gale, hubiera contemplado todas mis fantasías. Y yo también me la imagino pequeña. Con un diseño intuitivo como el de los i-pod, fácil de manejar, que ocupa un gran lugar en las góndolas de los productos de tecnología y, sobre todo, un pequeño lugar dentro de la cartera. Supongo que eso me pasa porque siempre fui una coleccionista de recuerdos: Cómo me gustaría volver a esa tarde en la que probábamos mermeladas caseras al costado de la ruta con mi papá. La primera vez que mi primer novio me dijo “te quiero porque me importa lo que te pasa” y sentí que ese día la siesta se volvió violentamente más hermosa. Pero también pequeñas cosas, como jugar a la mancha en el patio de la primaria o el día que me compraron ese juguete tan especial. Lamentablemente, todavía ningún científico de Massachussets inventó un producto que nos garantice la felicidad y es imposible comprarla por Mercado Libre. Parece ser que quizá no exista, aunque la idea nos deje a muchos desolados.

Pero igual, por las dudas, cuando vaya y la chica del mostrador me pregunte: “¿Desea agrandar el combo?”, le pienso contestar que sí a ver qué pasa ...

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