Suena el despertador a las 8:00 hs, lo apago y sigo durmiendo. Hasta que mamá viene a la cama con un mate a despertarme, como todos los días. Y después de eso, rutina. Siempre rutina. Me levanto, me lavo los dientes, desayuno, me cambio. Ordeno un poco y a los libros. Si esos libros gordos de Histología, Anatomía que me asustan cuando los veo. Y los que me hacen pensar una y otra vez lo de siempre: ¿Voy a poder?: Rutina y desconfianza. Tengo millones de defectos. Con la mayoría aprendí a convivir. Pero con ese es algo particular. No nos llevamos para nada bien. Odio mi desconfianza, odio mi inseguridad en mi misma y en todo lo que hago. Odio suponer antes de tiempo que es lo que va a pasar sin haber empezado a andar ese camino. Si demostré que con esfuerzo pude, ¿porqué no habría de hacerlo ahora?. Me siento escribo y leo. Me leo, y me pregunto porque no puedo pensar así la mayor parte del tiempo. Si yo no me tengo confianza, nadie me la va a tener. Grabandomelo en la cabeza una y otra vez. Repitiendo la cinta, para no perder el hilo de este asunto. Hay veces que digo BASTA. Hoy es uno de esos días. BASTA de inseguridades, miedos, desconfianzas, dudas, intrigas. BASTA. Hoy estoy acá, donde siempre quise estar. Y voy a dejar todo lo mío, lo máximo que pueda, para poder seguirme manteniendo ahí de la mejor manera posible. Aunque me cueste y tenga que caerme y volver a levantarme 125 veces. Mi vida se la quiero dedicar a esto. Es una elección, y sé que pase lo que pase, no me voy a arrepentir. He dicho.